UNA POSIBLE PISCINA BAUTISMAL EN SÁDABA
Febrero de 2018
Autor: Eugenio Monesma Moliner
LOCALIZACIÓN Y MORFOLOGÍA DEL CONJUNTO PÉTREO:
En el pueblo zaragozano de Sádaba, en una zona de huerta junto al río Riguel, fueron sacadas a la luz tres pilas rectangulares de piedra talladas en una gran roca de arenisca. Tras un desbroce y limpieza de tierras aparecieron estos restos, perfectamente excavados y con un excelente trabajo de cantería, que fueron considerados por algunos lugareños como antiguos “lavaderos romanos”. Hasta el momento desconocemos si, por parte de arqueólogos e historiadores, se ha descrito algún otro uso posible. Estas pilas se localizan en el tramo de la carretera A-1212 que conduce hacia la localidad de Uncastillo, frente a las últimas casas que hay a mano derecha a la salida del pueblo, y cerca del cauce del río.
Conjunto rocoso en el que se hallan las tres pilas o bañeras.
Según los testimonios de los vecinos que viven en las casas situadas enfrente de las pilas, este conjunto recibía el nombre de “Las Pozas de la Rambla”, pero no hay ningún vestigio de memoria oral que nos pueda orientar sobre su funcionalidad. Lo único que saben es que se limpiaron hace un tiempo y se cortaron los árboles que allí crecieron, pues apenas se apreciaba lo que había debajo de la tierra y de la vegetación. Estos mismos informantes nos indicaron que algunas piedras y sillares, que fueron utilizados en sus viviendas o conservados en su propiedad, procedían del lugar donde se encuentran las pilas de las que nos ocupamos en este artículo.
Piedras trabajadas y conservadas en las viviendas situadas enfrente de conjunto pétreo.
Para ubicar temporalmente este nuevo elemento patrimonial deberemos situarlo en el entorno de los monumentos o hallazgos de época romana, paleocristiana o judía que se están excavando o se han estudiado en las Cinco Villas, como son el Mausoleo de los Atilios, el Mausoleo de la Sinagoga y la ciudad de Los Bañales, además de otros muchos restos romanos en la localidad de Biota y otros pueblos del entorno. Otro de los elementos patrimoniales de los primeros siglos de nuestra era en este territorio es el sarcófago paleocristiano en el vecino pueblo de Castiliscar. Y también debemos tener en cuenta la presencia judía en el urbanismo, sinagogas y cementerios localizados que se remontan a los siglos XI y XII.
El día 19 de abril de 2017 visitamos este lugar con José Ramón Gaspar, conocedor de los conjuntos pétreos de las Cinco Villas, y con Aurelio Bail, experto en cerámica, con el fin de comprobar si se trataba de un conjunto de lavaderos tal como se han dado en llamar. A primera vista, estas tres pilas solo tendrían dos elementos que justificarían este uso: su proximidad al río Riguel y los orificios de entrada, comunicación entre ellas y salida del agua limpia para mantener un nivel uniforme en las tres. Ahora bien, esa proximidad al río no justificaría este conjunto pues sería más cómodo e higiénico lavar las prendas o la lana directamente en el mismo río.
Las tres bañeras están excavadas asimétricamente.
Pila del lado derecho en la que se observan dos agujeros, uno para el paso del agua de una pila a otra y otro para el desagüe.
Nos encontramos frente a tres posibles bañeras rectangulares de unas dimensiones muy parecidas, excavadas en la roca de arenisca frente al río, con un trabajo de exquisita factura y terminación pero de forma asimétrica sobre la plataforma rocosa. Si las observamos mirando desde la carretera hacia el río apreciaremos una bañera central diferente situada entre otras dos casi iguales entre sí. La pila o bañera del lado derecho tiene dos escalones o banquetas, por los que hay que dar tres pasos hasta colocarse en pie dentro de ella. A ras de suelo, en el fondo y en ambos extremos, se tallaron dos agujeros, uno para la salida del agua, que estaría taponado hasta el momento de su vaciado, y otro en el lado opuesto que comunica con la bañera central y por el que pasaría el agua manteniendo un nivel constante en las tres bañeras. En la parte superior derecha, es decir, por encima del primer escalón, se conserva el orificio para la entrada de agua y mantenimiento del nivel.
Pila del lado derecho en la que se observan los escalones y el agujero de entrada y de nivelación del agua.
La pila del lado izquierdo también tiene dos escalones, es decir, hay que dar tres pasos para llegar a su base. En el fondo, un agujero comunica con la pila o bañera central, con el fin de recibir el agua que, por el método de vasos comunicantes, mantendría el mismo nivel de líquido entre las tres pilas o bañeras.
Pero la pila principal, a la que verdaderamente deberíamos llamar bañera por su morfología interior, es la que ocupa el centro de las tres y está comunicada a ras de suelo con sus vecinas por sendos agujeros para mantener el nivel de agua. En lugar de los dos escalones o banquetas que observamos en las dos pilas laterales, ésta presenta un asiento minuciosamente tallado a modo de trono, con sus apoyos para los brazos y agarre con las manos y un pequeño reposacabezas para facilitar una cómoda posición, todo ello realizado con una depurada técnica de cantería.
Bañera central con su sillón a modo de trono y los agujeros a ras de suelo para el paso del agua.
Las tres bañeras, de forma rectangular, tienen curvados todos sus ángulos, tanto entre las cuatro paredes como entre éstas y el suelo o las escaleras para impedir la estanqueidad del agua.
Analizados los restos cerámicos hallados en superficie, Aurelio Bail comprueba que corresponden a épocas recientes. No es de extrañar, pues la limpieza de todo el entorno ha sido bastante profunda, por lo que todos los restos cerámicos habrían desaparecido. Además, suponemos que en los últimos siglos estas pilas podrían haber tenido un uso de almacenamiento de agua para la agricultura.
Detalles del asiento de la bañera central.
Comprobada la orientación de cada una de las tres bañeras, en posición de sentado y por la parte de la espalda, observamos que sus cabeceras están en dirección casi sur, entre los 171 a 156 grados de diferencia entre ellas.
Dimensiones de la pila central y de la pila derecha.
LOS RITUALES CRISTIANOS DEL BAUTISMO
Antes de pasar a interpretar el posible uso ritual o funcional que han podido tener estas pilas, debemos recordar los rituales bautismales que en las culturas paleocristianas y judaicas han utilizado espacios de características y morfología similares a estas pilas de Sádaba.
En el mundo cristiano, al igual que en todas las culturas y religiones, el agua siempre ha sido considerada como el principal elemento de la Naturaleza, que contribuye a la purificación física y espiritual. Bautizar proviene del griego “baptizein”, que significa “sumergir”, “introducir dentro del agua”, “inmersión”. Los primeros cristianos administraban el sacramento del bautismo directamente en la orilla de los ríos, mares o estanques, imitando al de Jesús en el río Jordán. Por cuestiones de seguridad y de privacidad, en tiempos de las persecuciones de los romanos este ritual se empezó a realizar en el interior de edificios. Desde Oriente hacia Occidente se fue extendiendo el uso de las piscinas bautismales, muy parecidas a los baños romanos, en las que se podía sumergir al catecúmeno para recibir el bautismo. Su tamaño y su forma eran variables, para realizar bautismos individuales o colectivos, y normalmente no sobrepasaban el metro de profundidad. Para el abastecimiento de agua se recurría a los manantiales naturales cercanos a través de una serie de conductos.
La situación cambió cuando en el año 313 d.C. el emperador Constantino el Grande promulgó el Edicto de Milán, que permitía la libertad religiosa. A finales de la misma centuria, el cristianismo se convertiría en la religión oficial del imperio por decisión del emperador Teodosio. A partir de entonces la administración del sacramento del bautismo llegó a hacerse multitudinaria para convertir a todos los paganos que querían abrazar la nueva fe cristiana.
Para practicar el bautismo por inmersión se construyeron espacios reservados a tal fin, denominados baptisterios, unas veces dentro de las basílicas (por costumbre académica se suele llamar basílica a todos los edificios de culto paleocristianos) y otras en un edificio exento, que incluían una piscina que podía ser de distintas formas. En el concilio número XVII de Trento se mandó que el baptisterio debía permanecer cerrado durante toda la Cuaresma, sellando la puerta con el sello del anillo episcopal, que se quitaba en la solemnidad del Jueves Santo. De los 45 concilios celebrados en España durante los siglos IV, V, VI y VII varios de ellos dedicaron algunos de sus cánones al sacramento del bautismo, cuya administración corría a cargo del obispo. Una de las consultas y discusiones fue relacionada con el ritual, sobre si las inmersiones tenían que ser tres o una.
Son varios los yacimientos arqueológicos de basílicas en los que se han hallado restos de piscina bautismal. En la Península Ibérica existe una gran heterogeneidad en las formas de las piscinas bautismales. Las más antiguas conocidas son las redondas y, por regla general, todas disponen de un orificio lateral para la salida del agua. Otra tipología de piscinas, quizás las más abundantes, son las que tienen su cavidad interior en forma de cruz griega lobulada, es decir, con el extremo de los brazos semicircular. Otras, como la de Son Peretó, en la isla de Menorca, tienen forma de rectángulo más o menos estrecho, provisto de escaleras, que se ensancha en el centro en una forma ovalada y privada de peldaños. Las hay también redondas con varios asientos, rectangulares sencillas con dos escalones, octogonales, trilobuladas, etc.
En algunas ocasiones se trata de piezas monolíticas y en otras las piscinas bautismales están construidas con material de obra. La diferencia de profundidad de las piscinas hispánicas oscila entre los 0,50 m. y los 1,50 m. Según la obra de Domingo Iturgáiz, “Baptisterios paleocristianos de Hispania”, en el año 1968 los puntos principales en donde se ubican nuestros baptisterios son: Islas Baleares, Andalucía, Mérida con sus pueblos limítrofes, la costa catalana y Castilla con un único ejemplar.
Cristina Godoy, en sus trabajos de investigación, se asombra de “la primera sorpresa al comprobar la inexistencia de baptisterios en el siglo IV, a pesar de que las fuentes escritas nos revelan la práctica bautismal en Hispania durante esa centuria”. Y también afirma en su estudio que “No todos los baptisterios del siglo IV eran urbanos. Uno de los documentos más antiguos de la Iglesia Universal –el Concilio de Elvira- nos habla de comunidades rurales perfectamente organizadas a cuyo frente se encontraban presbíteros o diáconos que podían conferir el bautismo en sus parroquias”.
Los cristianos
recogieron del judaísmo la práctica de la inmersión en las aguas puras para ser
bautizados en la nueva religión. Una práctica que perduró en algunas zonas
desde los tiempos paleocristianos hasta el siglo XV aproximadamente.
EL MIKVE: BAÑO RITUAL JUDÍO
El Mikvé es el baño ritual de purificación que prescribe la ley judaica, mediante la inmersión en el agua, cuando los fieles se encuentran en un estado temporal de impureza. Para ello se utilizaban y se utilizan unas piscinas especiales excavadas directamente en la roca, llamadas “Mikvah”. Este baño debe realizarse en “aguas vivas” que, cumpliendo las condiciones propuestas por la “halajá”, provengan de una corriente natural, directamente de la lluvia o de nieve derretida, pero nunca con agua estancada.
En la Torah están prescritas diversas razones para hacer el “Tevilah”, o baño purificador. En el momento de la conversión de una persona al judaísmo, el agua actúa como un útero materno y la persona renace como judía después del ritual. También se recurre a este baño para purificar aquellos utensilios procedentes de una persona o espacio ajenos al judío. Debían purificarse también aquellos que habían tenido que entrar en contacto con el muerto en una ceremonia funeraria. La mujer ha sido considerada como la más afectada por las impurezas; por ello, la Torah indica que ellas deben realizar este ritual cada mes dentro de los siete días después de la culminación de cada ciclo menstrual, antes de poder mantener contacto íntimo con su marido. Unos días antes de casarse, la novia tiene que sumergirse en el Mikvé, y también después de tener un hijo, para volver a ser pura. En estos casos, una mujer especializada en este ritual supervisa a la que va a entrar en el agua, para que conozca las bendiciones, y se sumerja las tres veces completamente dentro del agua.
Para una comunidad judía es más importante la construcción de un Mikvah que la de una sinagoga.
A la vista de esta relación del mundo hebreo con los baños rituales de purificación, viene bien recordar una representación gráfica del conocido como “Manuscrito Voynich”. Según las pruebas de radiocarbono, este manuscrito ha sido datado entre 1404 y 1438, y como mantienen algunos especialistas está escrito en un alfabeto hebreo codificado. En él se representan numerosas imágenes de mujeres desnudas que están en situaciones inexplicables, además de numerosos dibujos sobre plantas medicinales enigmáticas y símbolos zodiacales, todo ello vinculado con la alquimia.
En uno de sus párrafos descifrados dice: “las mujeres enfermas deben tomar baños”. Es posible que el autor de estos manuscritos considerara como enfermedad en las mujeres la propia menstruación debido a la sangre expelida. Algunos de los dibujos allí representados, entre textos indescifrables, nos muestran mujeres bañándose en aguas limpias y con corriente. Pero uno de estos dibujos nos presenta a una mujer con corona en la cabeza bañándose en una pila central; esta bañera tiene un asiento y aparenta mayor protagonismo y realce que las otras dos situadas a ambos lados; en las dos piscinas laterales, cuyas aguas están interconectadas con la central, vemos a las dos mujeres bañándose, también portando corona en su cabeza, que se relacionan por sus brazos, a través de una posible “tubería”, con la mujer que ocupa el espacio central.
Página del “Manuscrito Voynich”
En este dibujo se representa perfectamente el número tres, tanto por las piscinas como por las mujeres que se están bañando en ellas. Desde el punto de vista de la Kabalá, el número tres simboliza la paz y la integración, apareciendo en numerosas ocasiones en las Sagradas Escrituras. En el bautismo, el número tres queda representado en la Trinidad: “En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). El hombre se compone de tres aspectos: Cuerpo, alma y espíritu. Jesucristo resucitó al tercer día… Según la ley judía, una vez que algo haya sido hecho tres veces se considera como permanente y estable; eso es llamado “Jazaká”.
Podemos interpretar, por tanto, que hay cierta vinculación de este “Manuscrito Voynich” con la cultura hebrea, con los baños en agua corriente, con la mujer desnuda para su limpieza como protagonista y con el número tres de las propias bañeras.
LA PISCINA BAUTISMAL DE SÁDABA:
Volviendo nuevamente a las tres pilas excavadas a las afueras de la localidad de Sádaba, podemos plantear la hipótesis de estar ante lo que pudo ser un recinto de purificación a través del agua. Atendiendo a los rituales descritos anteriormente, estas pilas cumplen todos los requisitos necesarios para ese fin ritual: Toma directa de agua corriente del río, profundidad suficiente para la inmersión, pilas laterales para los oficiantes del ritual unidas con la del centro para que la masa de agua conecte sus cuerpos con el de la persona que recibe el bien purificador.
La Tradición Apostólica de San Hipólito prescribe que un diácono o un acólito se introduzca en la piscina con el bautizando para poder sumergirlo. Por la situación de las dos bañeras contiguas y por la forma del asiento de la bañera central, podría conseguirse la inmersión completa del catecúmeno desplazando su cuerpo recostado hacia abajo.
Este conjunto de excavaciones y su ubicación dentro de un espacio culturalmente vinculado al mundo romano, paleocristiano y judío, y a menos de un kilómetro del Mausoleo de La Sinagoga, nos hace pensar en la posibilidad de que se trate de una piscina bautismal. El agua corriente y limpia del río Riguel sería conducida por un canal o una tubería hasta el orificio superior de entrada de la primera pila, distribuyéndose por las otras dos a través de los agujeros del fondo. Posiblemente la piscina central correspondería al catecúmeno y las dos laterales a los oficiantes, que ocuparían sus espacios en el momento del ritual.
Esta hipótesis, basada en la comparación con otros elementos de culto de características similares, tanto en España como en las culturas judía y cristiana, está abierta a cualquier sugerencia o aportación que puedan conducir a unas conclusiones más precisas del uso de estas pilas o piscinas artificiales.
BIBLIOGRAFÍA:
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MOTIS DOLADER, Miguel Ángel. “Los judíos de las Cinco Villas en la Edad Media: Historia de una convivencia dual”. Libro de la comarca de las Cinco Villas.